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Félix Cuesta, profesor de la Universidad de Alcalá.

¡A ver si nos enteramos!

Hace un par de días estaba hablando con un empresario y seguía diciéndome: a ver si esto cambia y empezamos un nuevo ciclo. Lo único que le faltó fue decir que a ver cuándo nos llega la subvención. Para superar una situación difícil hay que empezar por aceptarla y entenderla. Yo creo que casi todo el mundo se ha enterado de que estamos en una situación difícil, pero me da la sensación de que siguen sin entenderla.

 


El mercado global, y más el nuestro en particular, está completamente saturado. Eso significa que su incremento natural es prácticamente nulo y el pequeño crecimiento queda contrarrestado por los que desaparecen. Entonces ¿cuál es el mercado real que tenemos?

Si aceptamos que ya no crece de forma vegetativa, entonces nos tenemos que conformar con el mercado de sustitución y el mercado de innovación. Vamos a ser optimistas y aceptemos que nuestro producto es innovador, entonces nuestro mercado actual será la suma del de sustitución más el de innovación.

 

Para dimensionar el mercado de sustitución, tendremos que dividir el 100% de la base de clientes entre el número de años que supone el periodo de amortización real; supongamos que estamos hablando de un coche. Recientemente me decían personas del sector de automoción que la gente aguanta cada vez más y que la media podía ser en torno a los 10 años, al menos en el tipo de vehículo de lujo, no superlujo, de forma que en el mercado total podríamos hablar de que tenemos un mercado real del 10%.

Con respecto al mercado de innovación, según múltiples estudios sabemos que aproximadamente el 2,5% son calificados de innovadores y un 13,5% de primeros adoptadores, de tal forma que el mercado de innovación puede representar aproximadamente el 16% del mercado total.

 

Los últimos lanzamientos tecnológicos, aun siendo en general grandes éxitos, están empezando a dar muestras de un cierto descenso en el mercado de los innovadores, quizás debido al ritmo trepidante de la innovación, que no permite amortizar las compras, un descenso en torno al 15 o 16%, lo que dejaría el mercado potencial real de este segmento en torno al 13,5% del mercado total contra el tradicional 16% que ha supuesto.

Aceptando que el mercado está saturado, podemos concluir que el real, al que podemos acceder, es del 10% más el 13,5%; es decir, que el mercado real con el que contamos, en este caso de la automoción, es menor que la cuarta parte del potencial. En paralelo seguimos desarrollándonos tecnológicamente, lo que nos permite cada vez tener una mayor capacidad de producción, de tal forma que el desequilibrio que existe entre la capacidad de producir bienes y la capacidad de compra del mercado no ha tenido parangón y sigue creciendo.

 

Este desequilibrio, y como consecuencia la caída de los resultados de las empresas, obliga a éstas a realizar tremendos ajustes para sobrevivir, lo que produce una caída muy importante del poder adquisitivo por ajustes salariales y un incremento importante del paro.

Cuanto más paro, más compromisos tienen los Estados, que de forma inmediata lo que hacen es subir los impuestos (grave error), tanto directos como indirectos, reduciendo cada vez más el poder adquisitivo del mercado, entrando en un círculo vicioso que hay que romper como sea si queremos de verdad un cambio de ciclo; me gusta más un cambio de condiciones simplemente.

 

¿Qué podemos hacer? Pues no hay otra que incrementar el poder adquisitivo de las personas para que consuman, así cambiarán de coche en menos tiempo y consecuentemente se incrementará el mercado de sustitución y el de innovación volverá por sus fueros. Pensemos que conseguimos que el periodo de reposición en vez de diez años vuelve a ser de cinco años. Entonces, el de sustitución pasaría al 20% y así el mercado pasaría del 26 al 36%. Si consiguiéramos, en una mezcla de innovación e incremento de poder adquisitivo, reducir el periodo de sustitución a 3 años, estaríamos hablando de un mercado próximo al 50%.

Entonces, la solución, aceptando un ritmo de innovación adecuado, pasa por incrementar el poder adquisitivo del mercado, teniendo en cuenta que la evolución tecnológica destruye puestos de trabajo y por tanto se incrementa el paro, y que las empresas siguen teniendo que mantener el proceso de racionalización si quieren ser competitivos, la solución está en reducir la carga impositiva de los contribuyentes, teniendo en cuenta que las necesidades sociales seguirán incrementándose.

 

¿Dónde hay espacio para recortar? Cada vez más se está cuestionando el número de cargos públicos y sus ingresos y prebendas, no así los sueldos que, siendo tan bajos, no pueden atraer a los mejores, con lo que estamos en manos de perfil bajo. ¿Tiene sentido en estos momentos que la cuestión política sea una carrera profesional como lo está siendo en este país? La propuesta de la señora de Cospedal sobre el particular debería ser más que un globo sonda para convertirse en una realidad del país, pese a quien pese. Que todo el mundo espabile y se gane la vida honradamente y luego que el que tenga vocación haga un extra y preste el servicio al país, si los otros ciudadanos así lo entienden oportuno.

Por otro lado, se sigue hablando de los enormes costes de la actual estructura del Estado autonómico; si seguimos sufragándolo, es en base a impuestos y así seguimos reduciendo el poder adquisitivo del mercado, y su reducción lleva consigo la desaparición de más empresas y puestos de trabajo.

 

A la estructura del Estado podemos sumarles todas las organizaciones que viven de la subvención, véase sindicatos, organizaciones empresariales, partidos políticos, ONG, etc., ¿realmente están aportando valor añadido? Si es que sí, que no se preocupen porque podrán contar con los afiliados correspondientes que sufragarán su estructura, y si no aportan valor, sobran.

La cuestión es lo que queremos tener, estructura improductiva o estructura productiva, o bien qué porcentaje de estructura improductiva podemos permitirnos, y eso tenemos que decidirlo, y una vez decidido, dejar de quejarse y a apechugar con las consecuencias. La solución pasa en este apartado por un mucho mayor peso de la estructura productiva, de empresas con solidez y ambición de aprovechar las oportunidades que el mundo global presenta y que algunas empresas han entendido perfectamente.

 

Pero a las empresas hay que alimentarlas y no ahogarlas cuando son pequeñas, de ahí la importancia que tendría que se diera auténtica liquidez al sistema con el cumplimiento estricto de la ley de pago a treinta días. Con ello no sería necesario el crédito que ahora demandan y no reciben, pues en su mayoría es para financiar el circulante y no para ampliar o para I+D; hay que dar a vuelta a esta necesidad de financiación.

No puede ser que la Administración Pública se financie retrasando el pago a los proveedores y la gran empresa se financie de las pymes y de los autónomos, auténticos motores de la economía y muy especialmente en los momentos actuales con las características del mercado global, donde las grandes empresas tienen que pymemizarse si quieren competir de verdad, mientras que las pymes ya lo son y lo que necesitan es especializarse y tener ambición, sin el ahogo financiero que supone el retraso en los pagos de las grandes.

 

Pues si somos capaces de actuar reduciendo los costes estructurales del Estado y relacionados y damos liquidez al sistema productivo, podremos reducir la carga impositiva de los ciudadanos y así incrementar su capacidad adquisitiva y de las empresas que podrán entonces permitirse ciertas alegrías y no llegar a los niveles de racionalización necesarios en la actualidad que lleva consigo la destrucción de empleo.

Cuando hablamos de reducción de carga impositiva como objetivo, no hablamos de una pequeña reducción, sino de una dramática, en torno al 50% (valga como referencia), de forma que estimule la demanda del mercado interno, con lo que teniendo en cuenta la propiedad conmutativa de la multiplicación resultará que el Estado recaudará más por impuestos, que bien administrados por instituciones eficientes volverán a dar posibilidades de entrever un cierto estado del bienestar, una quimera que no volverá para unos y no llegará nunca para otros.

 

En definitiva, estamos hablando de hacer un análisis riguroso del nivel de impuestos adecuados para optimizar la recaudación por incremento de consumo, pues pensar que subiendo los impuestos vas a recaudar más es un error de principiante, pues lo que se consigue es estrangular la demanda y consecuentemente poner en marcha todo el proceso de disminución de renta

Eso sí, junto con esta medida de reducción habría que entrar de lleno en la erradicación de la cultura de la economía sumergida. No puede consentirse que en ciertos establecimientos no lleguen ni si quiera a saber cómo se hace una factura o dónde tienen los papeles de facturas, como le ha pasado al autor de este artículo cuando la ha reclamado.

 

En paralelo, este incremento de la demanda interna ayudará a las empresas a crear la base necesaria para dar el salto necesario de la internacionalización, algo de lo que no puede olvidarse ninguna empresa actual; el mercado es global y hay herramientas tecnológicas para abordarle de forma especialmente eficiente. Sólo faltan empresarios animados por su situación a nivel doméstico y no ahogados por la falta de liquidez

Si tomáramos estas medidas, volviendo a nuestro ejemplo de los coches, podríamos volver a recuperar el 100% del mercado de innovación; se podría conseguir que el cambio de coche se produjera otra vez en torno a los 5 años, con lo que se multiplicaría por dos este mercado y así llegaríamos a un mercado que representaría aproximadamente el 33% del mercado total contra no más del 23,44% que comentamos al principio de este artículo, es decir, un incremento superior la 40% del mercado actual, algo que podría aliviar a las empresas, al menos a las eficientes, pues también hay que reconocer que no hay mercado para todos, eso se acabó.

 

Por otro lado, esta situación de optimismo podría animar a los ciudadanos y, como consecuencia, que a medio plazo creciera el mercado global. Vamos retrasados, pero todavía hay tiempo, aunque cada vez menos. Ya está bien de templar gaitas todo el tiempo; un Gobierno que goza de una mayoría absoluta delegada por el voto democrático de los ciudadanos no puede actuar de forma timorata, muchos le dimos el voto para que actuara acorde a las necesidades del momento y esto no es subir impuestos sino recaudar más, es gastarse menos pero no dejar de invertir, es producir los cambios en la estructura del Estado y no ceder ante la presión insaciable de terceros, es eliminar la cultura de la subvención y crear la cultura del valor añadido, recuperando la cultura del esfuerzo.

 

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